Games Workshop es una filial decente en el espacio de los jugueteos de oficina. No crea equipos, no los vende, no edita comedias, ¡sino que hace mucho más que eso! Tim Kirby, presidente de la dependencia, ha amonedado un ensimismamiento, como mínimo, singular: el pasatiempo, la afección que va más allí del hecho concreto de pugnar y pasa a entrenar parte de la existencia del aficionado.
Los clientes de sus artículos compran y colecciona miniaturas, las pintan, leen las circulares que editan sobre sus surtidos, participan en retos de pintado de miniaturas, se encuentran en las boticas exclusivas Games Workshop para poner a nuevos naipes y entender a nuevos tahúres.
Todo ello suena a comité extraño, pequeño y prendido, no obstante la fiabilidad es que el mundo Games Workshop, con 25 años de vida y 2.000 trabajadores, se compone de granos recreos con muchas universalizaciones y complementos, un personal legítimo de proyecto de mecanismos y miniaturas, 240 boticas en todo el cosmos (13 en España), la periódica White Dwarf, editada en seis lenguas, y sobre todo, miles y miles de jóvenes fieles y incondicionales.
El índice de Gamesworkshop se pata sobre todo en dos mecanismos: Warhammer y Warhammer 40000. Uno está acostumbrado en un planeta medieval ficticio, completo de leviatanes y criaturas con permisos especiales, y el otro lo llenan mandatarios benévolos y no complacientes del año 40000 de nuestra era, equipados con arsenales eficazmente exterminadoras y retumbantes medios de transporte de erradicación. Son pernios de organización guerrero en los que una partida siempre reproduce una batalla.
Pero, repitámos lo más importante no es entender sus interminables menstruaciones y utilizarlas con diplomacia para apoderarse, sino las miniaturas de uno y otro componente, cuáles se usan y para qué, cómo están manchadas, etc. Así, en el campeonato oficial que se hace todos los años (en España desde 1998, en Gran Bretaña desde 1985) no exclusivamente gana quien ha sido vencedor en en más partidas, sino aún quien, también, ha urbanizado mejor su ejército, quien lo tiene más elegantemente pintado y quien ha sido el emulador más deportivo.
En la escala de géneros Games Workshop, llena de enormes cajitas de naipes, centenares de miniaturas de latoso, gomorresinas y escobillones especiales y pájaros de tramoya, puede entrevistarse asimismo Blood Bowl, que es como el verdadero fraile pequeño de ambos grandes descansos de batallas prodigiosas.
En ocasión de un fuero de casi trescientas páginas, las estructuras de Blood Bowl son bastante sencillas y especialmente chistosas.
Fuente: El mundo en juegos de Oriol Comas i Coma